Lo que hay detrás de la fuga de talentos
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Rafael Mies
En este país, hasta ahora con pleno empleo, el tema de la retención de empleados se ha vuelto una de las tareas más complejas de las áreas de recursos humanos. Desde siempre las relaciones entre trabajadores y empresas han sido una tarea difícil, pero hoy se ha vuelto en un verdadero dolor de cabeza.
Tradicionalmente, la parte fuerte en esta relación ha sido la empresa, que basada en sus necesidades exigía al trabajador entregar el corazón a sus objetivos. Además, evaluaba en cada momento si ese compromiso se mantenía o era necesario buscarle un reemplazo.
Hoy parece que esa situación se ha invertido. Muchas necesitan desesperadamente atraer y retener trabajadores cualificados y no suelen estar a la altura de lo que ellos esperan de sus empleadores. Más bien parece que es el talento el que evalúa a cada momento si la empresa le ofrece “motivos para quererla”.
El derecho irrestricto para seleccionar, organizar y despedir a los trabajadores de la forma que más se adecua al negocio, imponiendo las condiciones que el marco legal les permite está quedando sin fuerza. Palabras como compromiso, lealtad o gratitud suenan huecas ante una generación con alto nivel de escepticismo a discursos inconsistentes con las prácticas y sistemas organizacionales tradicionales.
El desafío entonces ya no es puramente operacional o comercial, sino que necesitan estudiar una propuesta de valor interna que sea al menos tan potente como la que ofrecen a sus clientes.
Ahora bien, lo verdaderamente interesante de analizar y entender es que ese talento no se va para la casa, ni tampoco a emprender algo propio. Normalmente se va en busca de una mejor condición laboral. La buena noticia es que sigue estando en manos de cada empresa hacer un esfuerzo de producir un cambio en sus relaciones laborales antes de que esto suceda. Partiendo por entender que la fuga de talento no es algo sorpresivo ni menos inevitable.
Normalmente, para las personas valiosas, la medida de abandonar una empresa no es algo fácil. Esa una decisión que no la suelen tomar en forma repentina. La mayoría de las veces se trata de la fase final de un largo proceso de erosión del “cariño” que el trabajador le tiene a su organización.
Es importante saber que personas verdaderamente talentosas difícilmente ponen exigencias irreales a sus empleadores. La mayor parte de los desacuerdos radican más bien en que las empresas encuentran absurdas esas pretensiones, sin percatarse que detrás de ellas existe una exigencia importante de reconocimiento y cariño.
Puede que no todas las empresas estén en condiciones de igualar las ofertas salariales que algunos de sus trabajadores reciben de otros lados. De todas formas, escuchar y considerar realmente a la gente como parte del proyecto, darle reconocimiento, respeto y cariño, puede contrarrestar una oferta puramente económica que la persona está recibiendo desde fuera. Lo que a mi juicio se debe entender, es que la relación laboral no es puramente transaccional y que sigue siendo cierto, también para la retención de talentos que “el amor con amor se paga”.